La guerra, dice el Diccionario de la RAE, es el rompimiento de la paz entre dos o más potencias. Es, también, el antónimo de tranquilidad, de armonía, de concordia. Es una palabra que aterra, que reduce las facultades de los pueblos y los conduce al odio, a la pobreza, a la destrucción, a la muerte. La guerra encierra otras palabras dolorosas, temibles, miedosas: atentados, bombardeos, disparos, armas, destrucción, represión, desapariciones, desplazamientos. Los pueblos en guerra no pueden hablar de democracia, ni de justicia, ni de desarrollo, ni de derechos. En la guerra todo se conculca y se reducen las libertades: “están sin libertad las libertades”, dijo el poeta. Solo privilegia a los dueños del odio y la contienda.
Tantas veces como sea posible debe promoverse la paz, sin adjetivos que la excluyan de su poderoso significado: “La paz descienda sobre vosotros”, dice el sacerdote al final, porque es un “sentimiento de armonía interior que reciben de Dios los fieles”. Estar en paz es el “Estado de quien no está perturbado por ningún conflicto o inquietud”, dice el Diccionario. En paz con todo y con todos. Esa paz debe ser para siempre. Debe servir para levantar la esperanza y la dignidad de los seres humanos, para promover la libertad y los derechos, y la felicidad y el aprendizaje: la vida.
La guerra no permite el avance y toda alegría se trastoca y se vuelve tragedia. La guerra mata. La guerra destruye. La guerra enloquece y perturba. Todas las guerras, por pequeñas que sean, dejan consecuencias y propician odios y venganzas y dolor. Todas las guerras perjudican, las personales, las que se dan entre comunidades, las guerras entre naciones. Esas guerras del orgullo y la vanidad, esas que promueven los poderosos, los que no van a los campos de batalla, los protegidos en grandes fortalezas.
La abogada laboralista Cristina Almeida Castro, española, decía: “Las guerras las declaran los gobiernos y las sufren los pueblos”.
Por Luis Fernando García Núñez
Opiniones
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Rodrigo Jaimes / 7 junio, 2022, (4:47 PM)
Que apropiada reflexión en estos días parecidos a los del referendo por la paz, a los de anteriores elecciones e inclusive a los cotidianos que dejan ver la crudeza de lo que pensamos y hacemos.