Alegría sin tragedias
Escrito por editorgeneral el 5 noviembre, 2024
Las estadísticas, a veces lúcidas pero imprecisas, dicen que el día más violento en Colombia es el Día de la Madre. Son los datos escuetos que se presentan como cifras sin que nadie se conmueva. Los muertos son números y barras en gráficas o tablas que casi siempre se muestran sin mayores discusiones. Los análisis no son juiciosos, y se quedan en disputas como esas de que este año hubo más muertos o menos, que hay menos inseguridad y otras mentiritas, y los gobernantes dan esas cifras con cierto estoicismo matemático o cinismo político. Nada más pasa. Pero todos aluden a esas tablas y de ellas se aprovechan para incitar perversos comentarios y reflexiones sin argumentos válidos, sobre todo cuando los medios las convierten en propaganda. No hay interés de educar a una sociedad en la que el odio y la violencia han estado presentes desde hace siglos. La historia lo demuestra con cierta ironía. Una pregunta sirve para pensar esa afirmación: ¿Cuántas guerras civiles hubo en Colombia en el siglo XIX?
Pero, al fin, otra vez han empezado las larguísimas fiestas decembrinas y el año nuevo que dura cerca de tres meses. Empieza con la noche de brujas el 31 de octubre, y termina con el Puente de Reyes, más allá del 6 de enero. Y las celebraciones y la venenosa pólvora no cesan. Dulces a granel para los niños, para iniciarlos en las enfermedades terribles que su abuso produce, y los licores –a veces adulterados–, y los buñuelos y la natilla y los tamales, un sinfín de delicias y provocativos postres que se consumen desde que amanece, sin percatarse de lo que significan para la salud, o sabiéndolo con la promesa de hacer ejercicios y rectificar el rumbo durante la pobreza que se inicia apenas terminan las fiestas: Esa insólita hipocresía colombiana de pecar y rezar para empatar. Y llegan los accidentes, las riñas, los rencores, las afrentas, los oprobios, las injusticias, los robos, las enfermedades y las muertes… tantas que se presentan en estos días de jolgorio y falsas alegrías.
“Ten buena conciencia y tendrás siempre alegría. Si alguna alegría hay en el mundo la tiene seguramente el hombre de corazón puro”, decía el canónigo alemán Tomás de Kempis, autor de la Imitación de Cristo. Aunque, claro, nadie busca en estos tiempos –por fortuna– hombres de corazón puro. ¡Dificilísimo!
Por: Luis Fernando García Núñez