El tiempo
Escrito por editorgeneral el 26 octubre, 2022
Jovellanos, el gran escritor español, decía que “Solo falta el tiempo a quien no sabe aprovecharlo”. Sentencia sabia y profunda. Nada hay tan complicado de precisar y apreciar como el tiempo, sobre todo el de los otros. Cuánto se juega con ese tiempo, cuánto con el nuestro. Y juegan todos: autoridades, académicos, jóvenes y viejos, ciudadanos y ciudadanas del común. Pocas citas se cumplen debidamente y pocas reuniones se realizan en el tiempo debido y anunciado. Es como un juego del poder y del desprecio, como un duelo entre el citado y el citante. Las expectativas creadas alrededor de muchos eventos se pierden en ese pandemónium del lugar y la hora… y alteran la importancia de las palabras y la razón misma de la convocatoria. Una reunión para precisar los alcances de una reforma se vuelve añicos en los minutos que pasan sin que se dé inicio a la invitación. Los áulicos de la ignominia, que están a tiempo en todas partes, destruyen la convivencia y le dan un tono violento y fatal en los minutos de una espera.
Es también, aunque parezca mentira, una enseñanza valiosa para la humanidad llegar en el momento preciso, empezar cuando se ha dicho, decir lo que se debe decir, dar los pasos señalados, confrontar los dilemas de los otros y, sobre todo, reconocer que existen y que también merecen atención. Las angustias que viven quienes tienen que cumplir con excepcionales compromisos de sus trayectorias no son equiparables a lo que se dice en la cita planeada. Las ausencias casi siempre se explican por las demoras de otras ocasiones, por las dilaciones y las tantas y descarnadas dilaciones frente a los objetivos del encuentro, si estos existen. Esos tiempos perdidos indisponen y hacen perder la confianza y la lealtad entre los asistentes… las citas siguientes empiezan a declinar y se va diluyendo el interés que se tenía.
Constancia C. Vigil, un pedagogo argentino, indicaba que “El año tiene 365 angustias; el día 24 desencantos; la hora, 60 inquietudes”. Si todos supieran que ello es así, habría menos reuniones, menos desplantes, menos incumplimientos y más deseos de trabajar y forjar el futuro. “Mucha buena gente, que sería incapaz de robarnos el dinero, nos roba sin escrúpulo alguno el tiempo que necesitamos para ganarlo”. Jacinto Benavente.
Por Luis Fernando García Núñez