¿Escuchar a los pueblos?

Ahí están haciendo su historia. Sin oír, sin ver. Sin escuchar, sin mirar. El clamor de los pueblos no los sacude ni los preocupa porque creen que las multitudes que los acompañan cuando hablan para los medios, son esos pueblos que tanto sufren. Los miles de millones de seres humanos que son víctimas del cambio climático, del hambre y la sed, de esas guerras que enriquecen a unos pocos y dejan en la miseria a pueblos enteros no son los que acompañan las multitudinarias apariciones de estos dirigentes mezquinos y falsarios; ellos no son porque a esos lugares no van, ni les dan banderines para que al son de sus discursos ondeen y griten y aplaudan. Las angustias en que han sumido a tantos niños, niñas, jóvenes y adultos no les permiten, aunque lo harían sin vergüenza alguna, ir con sus voces estentóreas y lúgubres, a pedir odio, guerra, violencia.

Este es apenas un lejano clamor. Pocos lo leerán y lo comentarán. Son las mismas angustias de los días que pasan y de los dolores que conmueven a la humanidad que aquí también se sienten y se alcanzan a oír. Las noticias internacionales tienen resonancia cuando convienen, son trasmitidas y comentadas por todos y se discuten y sobre ellas se crea una dinámica en que la ignorancia y la presunción hacen su asomo. No obstante, el poder global y los poderosos no escuchan las otras voces, las que piden la paz y el respeto por el planeta. Los medios de comunicación fuertes y con gran resonancia, tampoco oyen ni trasmiten las otras voces, casi siempre tienen un adjetivo para excluirlos, para señalarlos y esos son los mismos desde hace un tiempo: comunistas, terroristas y enemigos de la libertad. Estas palabras son suficientes para que la guerra sea santa; para que se justifique el desborde en la exploración del petróleo, del oro, del uranio, del litio, del gas; para que no se pueda pedir paz y justicia.

El barón de Holbach decía “¡Cuántas sangrientas guerras han tenido por causa primera la insolencia de algún ministro altivo y soberbio, cuya temeridad ha hecho correr la sangre de las naciones!”. Y también, como dijo el escritor francés Víctor Hugo, “La insurrección es el acceso de furor de la verdad. A veces insurrección es resurrección”. ¿Cuándo se escuchará la voz de los pueblos?

Por Luis Fernando García Núñez