La ambición

Varios son los defectos que acompañan al ser humano y, entre ellos, el más siniestro es la ambición, pues arrebata algunas de las cualidades más significativas que se requieren para la relación entre los ciudadanos: la solidaridad y la tolerancia. Ese apetito voraz por lo material ha desacralizado la comprensión y ha trastornado los principios esenciales de la justicia y la dignidad. La ambición, como dice el dicho, rompe el saco y destruye las múltiples posibilidades del bienestar común, de la integración, de la confianza que se requiere para que el planeta progrese y todos puedan disfrutar de lo que les pertenece. Tras la ambición están los individuos que, al tiempo que desprecian a los pueblos, se desprecian a sí mismos, pues la razón esencial de la vida humana está en la cordialidad y la generosidad y los insaciables solo miran lo material, contemplan con afán avariento la riqueza que, vista de esa manera, se convierte en un martirio sin fin.

El dilema terrible de la ambición es que los codiciosos solo piensan en en ellos y poco les importa el bienestar de los otros. Poco les importa, por ejemplo, que el cuidado de los bienes naturales, alderedor de los cuales se generan los derechos inalienables de la vida y del disfrute, sean protegidos y aquí, entonces, vuelven a surgir los casos del agua y del aire, y de la tierra que son precisos y necesarios para que todos los habitantes de la Tierra puedan vivir bien. El agua es insubstituible y su cuidado se convierte en una misión fundamental para que vivan incluso los enfermos de materialismo, porque sin agua no podrán disfrutar de su riqueza, si es que disfrutan de ella, sin agua no podrán vivir sus herederos. Para los guanentinos y los santandereanos es vital que sus páramos y sus fuentes hídricas sean protegidas, que el mal llamado progreso no se traslade a estas tierras y arruine esas fuentes porque sin ellas sus hijos y sus nietos sufrirán de sed y hambre. ¡Y el progreso desaparecerá sin contemplaciones!

“El ambicioso se cree el hombre más distante de la dependencia y de la esclavitud, siendo así que es entre los hombres el más esclavo. Solo el hombre que nada espera es verdaderamente libre”, dijo el poeta inglés Edward Young. No obstante, el egoísmo destruye la armonía del universo.

Escrito por: Luis Fernando García Núñez