La revolución de los comuneros
Escrito por editorgeneral el 21 marzo, 2023
El acontecimiento más importante de la historia colonial de Colombia fue, sin duda, la revolución de los comuneros. Tan importante que los historiadores no se han puesto de acuerdo en algunos de los hechos que entonces sucedieron. Incluso se ha querido borrar el papel de algunos de los protagonistas para desviar la atención del evento que, todavía hoy, conmueve la dimensión de una narrativa oficial latinoamericana que dé una explicación profunda y más certera, desde una perspectiva distinta de una simple rebelión popular traicionada y reprimida de forma tan violenta y, además, señalada con tanto furor por los españoles, cuando el imperio estaba en plena decadencia. Una insurrección que, eso dicen algunos historiadores, se inició en Mogotes el 29 de octubre de 1780, y siguió luego en Charalá el 17 de diciembre de ese año y el 16 de marzo de 1781 en Socorro y el 23 del mismo mes y año en San Gil.
Una rebelión traicionada y engañada, como ha sucedido con tantos movimientos populares a través de la historia, cuando los poderosos y sus camarillas imponen a las buenas o a las malas sus indelicadezas y falsedades. Y claro sus impuestos y su poder, y su desprecio por el pueblo. Pero el levantamiento comunero tiene una especial importancia por el momento en que se desarrolla, años antes de la revolución francesa, y en medio de una guerra que desató tantas arbitrariedades con los americanos. Esta es, sin duda, una historia que deberá contarse alrededor de los documentos que existen, de los análisis y los relatos de la época. Cuenta el doctor Rito Rueda en Presencia de un pueblo que en el Archivo Nacional había, hace ya unos cincuenta años, originales empaquetados y sin catalogar que deben ser leídos y analizados en estos días en que la historiografía ha avanzado tanto.
Esta revolución comunera tiene hondos significados en nuestro devenir nacional. Cuando se celebraron los 200 años del movimiento cientos de vecinos de los pueblos cercanos al Socorro acudieron al acto que se iba a celebrar en el parque principal del pueblo, y se les prohibió la entrada y fueron reprimidos como si esas dos centurias no hubieran sido suficientes para entender que la historia de los pueblos no se detiene. “Los privilegios acabarán, pero el pueblo es eterno”, decía Mirabeau.
Por Luis Fernando García Núñez