La soledad
Escrito por editorgeneral el 28 julio, 2024
A pesar de las multitudes y del ruido y los gritos, de los altavoces y los micrófonos, de los medios y sus casi infinitas proclamas, de las publicidades y los engaños del capital, el mundo vive en la absoluta soledad. Está ahí, solo, sin más compañía que la incertidumbre que unos pocos han sembrado sobre el planeta y lo han convertido en una fiesta del desastre, en esa hecatombe que tantas veces los atrevidos increpan con la sensación de que nadie oye, de que las luces y las razones han abandonado la llamada inteligencia para que opere la desazón y la impiedad. Son esos males del egoísmo, aunque los llamados obedezcan más a reparar los infortunios, a tomar las otras banderas, a soñar con otras posibilidades y buscar, en el ritmo de la naturaleza, la fuente de la armonía que se ha ido perdiendo sin que se tomen las medidas urgentes para destorcer este recorrido tormentoso que produce el odio, la violencia, la intolerancia, la injusticia, los desatinos de toda índole.
No es solo el mundo, son las soledades, casi imperceptibles, de los pueblos, de las comunidades y los seres humanos que desde hace décadas buscan que la felicidad y la fraternidad se conviertan en la mayor fuerza de las eternas luchas que buscan una nueva vida. Esas luchas que quieren que unos y otros puedan ir sin ningún dilema en la búsqueda de su futuro. Esas largas luchas que desde hace siglos proponen que los ciudadanos puedan ejercer sus derechos sin menoscabo de su dignidad, que puedan exigir y ser respetados, como el principio fundante de la igualdad que algunos aviesos ignorantes critican, sin un argumento creíble y determinante. Los pueblos quieren que se pueda ir por sus calles sin angustias, quieren que el agua y la salud estén ahí sin contratiempos, quieren que estudiar no sea un gasto inútil porque después no hay trabajo, quieren su casa y quieren las comodidades que puedan distinguir a los humanos de los animales. Es la igualdad que promueven los evangelios… ¡sin más!
Stendhal, el extraordinario escritor francés, autor de La cartuja de Parma, decía “La soledad es necesaria para gozar de nuestro propio corazón y para amar; pero para triunfar en la vida es preciso dar algo de nuestra vida al mayor número posible de gentes”. ¡Así debería ser!
Por: Luis Fernando García Núñez