Los egos

Cuando la cultura de una comunidad cae en manos de figurines y figurones nada bueno puede pasarle. Que se aprovechen de ella, que en su nombre se hagan negocios, que las rencillas y los odios circulen por todas partes, que se desconozcan sectores importantes, que muchas actividades estén sometidas a intereses personales son apenas algunas de las posibilidades que se pueden presentar. Es muy triste que en una sociedad, dispuesta y deseosa de cambios, haya oportunistas que impogan sus mezquinos criterios para realizar cualquier evento, que prevalezcan los chismes sobre la razón y la dinámica de las actividades para entorpecer procesos diversos, que los fingidos alardes de cultos y estudiados sean los escudos que permitan que programas sugestivos y necesarios sean desconocidos porque los que los proponen no tienen el visto bueno de adalides del progreso cultural y censores de cualquier manifestación que no sea la que ellos aprueban es, sin duda, la entrada al desprestigio.

Los ejes más importantes de Santander necesitan que la actividad cultural se multiplique, que todos quepan en sus expresiones, que todos los días se hable de libros, de pintura, de música, de escultura y que los buenos programas, incluso los que no han empezado, no se detengan porque los egos enredan y acaban con los esfuerzos que hacen vecinos que buscan que el panorama sea diferente, que las ideas puedan volar y convertirse en expresiones del extenso y muy especial patrimonio cultural de una región rica en expresiones originarias, que requiere, con urgencia, de actividades que trasformen el territorio y eduquen para enfrentar los retos que se presenten. Para la defensa de ese cuantioso patrimonio de la Provincia guanentina se precisa conocer con detalle y con rigor la historia, y dejar de lado conjeturas y emociones que lastiman la verdad y luego despiertan suspicacias que desacreditan y le dan sombra a la acción cultural.

“En una tertulia de literatos y artistas, a la que asistía el gran dibujante francés Juan Luis Forain (1852-1913), un escritor contaba su primer viaje en aeroplano, lo que entonces constituía una efemérides en la vida de cualquiera, y aparte de la pesadez y minuciosidad que ponía en el relato, abusaba del yo de una manera abrumadora: ‘yo subí…’, ‘yo me instalé…’, ‘yo partí…’ Y cuando llegó a decir ‘Y la tierra se alejó’, comentó Foraín, dando un profundo suspiro:

-¡Es natural!”

Por: Luis Fernando García Núñez