Los Otros
Escrito por editorgeneral el 21 septiembre, 2022
Sus luchas son desconocidas y pocas veces ganan. Ahí están esos Otros que son también hermanos. Sí, esos que luchan por un mendrugo con tenacidad y rabia. Son los Otros, los que sufren y pocas esperanzas tienen, esos que suplican una limosna y sufren el desprecio y el rechazo, pero siguen ahí, perseverando por alcanzar sus propósitos y, en muchas ocasiones, solo piden un pedazo de pan para aplacar el hambre y seguir su camino. Esos que sufren el dolor de la humillación y del rechazo, esos que han sido víctimas de las injusticias, del odio y la falta de oportunidades. Son muchos, infortunadamente. La humanidad no ha sido capaz de otorgarles lo que merecen, lo que requieren para vivir con decoro, mientras pocos disfrutan de inmensas riquezas, en muchas ocasiones mal obtenidas; crecen, entonces, esos ejércitos de la indignidad, crecen y se suman a una audiencia que exige justicia y derechos.
La humanidad no ha sido competente para que el imperio de la razón sea la bandera que se ondee en los horizontes del Planeta. No ha reconocido la esencia ni el destino de los pueblos que claman lo que, en justicia, les corresponde. Más de 350 millones de seres humanos están soportando hambre, señalaron organismos de las Naciones Unidas, y podrían vivir bien si los millones que se gastan en la guerra de Ucrania y Rusia, por ejemplo, se destinaran a esos Otros que no tienen el poder de la palabra, y que agobiados por el desaliento ya no gritan, ya no exigen, ya no viven. Y si lo hacen son reprimidos y castigados como delincuentes. Entre estos millones -los que se pueden contar, que también es un privilegio-, hay niños y ancianos y enfermos. Los últimos días de esos Otros se viven en el derroche infame de armas y aviones y cruceros y cañones y bombas que los poderosos esgrimen, sin vacilación, mientras estos millones en sus covachas esperan un alimento o la muerte.
Decía Federico Amiel que “La justicia histórica es frecuentemente tardía; tanto, que llega a ser injusta”. Los Otros todavía esperan esa justicia histórica porque la esperanza y el dolor se unen para redimir los instantes finales y el eco de ese clamor, a veces, llega a los recintos del poder y la ostentación.
Por Luis Fernando García Núñez