Saber vivir en sociedad es muy importante. Genera estímulos que actúan en la salud mental y promueven la felicidad de todos. Es, además, fructífero para los ciudadanos porque se aprende que el respeto a los otros es necesario para poder exigir el respeto de uno mismo. No son galimatías ni van contra las libertades individuales, más bien las fortalecen y les dan sentido, al tiempo que están recogidas en las constituciones del mundo y en los códigos que regulan el comportamiento humano. La misma Declaración Universal de los Derechos Humanos plantea una serie de principios fundamentales para que esa convivencia permita la felicidad y le dé sentido a las relaciones sociales. La violación de esos principios es un desacato no a una persona ni a una entidad sino a la humanidad misma, porque pone en riesgo la convivencia y desata violencias sin fin y odios que no se pueden detener. El respeto tiene varias dimensiones y supone que las fronteras son más amplias de lo que algunos creen.
Los ruidos alteran la armonía y maltratan la salud de los vecinos, y además se constituyen en una violación de la libertad de quienes deben oírlos obligados por la cercanía y la intensidad. También el abandono y no saber cuidar las mascotas se ha convertido en un problema de higiene pública, promotor de enfermedades complejas que se extienden sin que nadie tome cartas en el asunto. El caso de los perros que los sacan a pasear para que hagan sus necesidades y los dueños no las recogen, como debería ser, o se recogen y se botan en bolsas plásticas, lo cual se convierte en un doble crimen ambiental, sobre todo porque se perjudica a niños y niñas que no saben los peligros que encierran estos excrementos. Botar la basura en días y horas indebidas, en lugares públicos y privados, es otro de los usuales desmanes, como parquear motos y autos en lugares prohibidos, pitar y gritar cuando no es necesario, botar papeles y plásticos, no respetar los turnos en las filas…
Sin duda, la falta de una educación cívica y la de enaltecer la calidad de seres superiores e inteligentes, hace que se comentan estos delitos que deberían considerarse graves porque alteran la convivencia y destruyen el tejido comunitario. “Obra siempre de modo que tu conducta pudiera servir de principio a una legislación universal”, decía Kant. ¿Difícil?
Por: Luis Fernando García Núñez