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Ni caminos ni vías

Escrito por el 3 septiembre, 2022

Desde tiempos inmemoriales el ser humano tuvo que buscar nuevos horizontes. Buscar el sustento y, a veces, huir de catástrofes y enfermedades. Y lo hizo trazando senderos que después le servían para regresar o para ampliar los territorios donde prolongaría sus estadías para sobrevivir a las penurias y las incertidumbres. Son famosos, por citar un caso, los caminos del imperio romano, que llevaban a los habitantes de lejanas tierras al epicentro del mundo en ese entonces, Roma, llamada luego la ciudad eterna. Los soldados y los primeros comerciantes recorrían estos caminos para cumplir sus compromisos con el mundo en el que vivían. Esas vías se fueron convirtiendo en la vida y la razón de ese próspero “centro” del mundo entonces conocido. Y los caminos eran cuidados y vigilados, y ellos fueron el epicentro de actos delictuosos y de hermosas historia. Ahí perdura el camino que va a Santiago de Compostela, donde están los restos del apóstol Santiago, uno de los apóstoles de Cristo. Y también el Camino Kumano Kodo, que igual que el de Compostela son Patrimonio de la Humanidad, y llevan a grandes santuarios, lugares de veneración.

Los caminos son el progreso. Una vía interrumpida detiene el desarrollo de una región y la lleva a crisis insospechadas. La defensa de las arterias de una nación es un deber insoslayable de quienes gobiernan. Ahí está la vida y la razón de un país. Los caminos de Santander y los que se hicieron por toda la república de Colombia se convirtieron en los principales protagonistas del avance y del impulso para asomarse a las tribunas de la civilización universal. Por esos caminos pasaron los libertadores y por ellos huyeron los déspotas hace 200 años. Lengerke sabía que cada camino abierto era una puerta al progreso y también lo había entendido plenamente Codazzi y otros artífices de las comunicaciones terrestres del país.

Las carreteras de Santander, no obstante, hoy atraviesan complejas dificultades que, infortunadamente, detienen el obligatorio desarrollo del departamento y ponen a los ciudadanos y ciudadanas en aprietos frente a los compromisos de todos los días. Todo está en juego: el empleo, la salud, la vida, la educación, la paz, el comercio. ¿Entenderán, entonces, el apremio?

 

 

Por Luis Fernando García Núñez

 


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