Palabras y decencia
Escrito por editorgeneral el 13 junio, 2022
Mucho se ha dicho de la palabra, no sin razón porque con ella se viaja por todos los caminos, incluso por los de la locura y la infamia. La palabra es, en sí misma, una odisea. Cuando todos alcancen a comprender su extraordinaria influencia y su fortaleza quizás, sin duda, también puedan intuir que con la palabra no se puede ni se debe jugar. No se debe jugar porque así como la palabra salva también mata. “Una palabra hiere más profundamente que una espada”, decía el humorista inglés Roberto Burton. Y los ejemplos sobran, infortunadamente. No se aprende la lección a pesar de los tantos atropellos cometidos todos los días…
Pero la lección hay que difundirla, hay que contarla y precisar, con Benjamín Constant, que “La palabra es el vehículo de la inteligencia, y la inteligencia es la señora del mundo material”. Y la inteligencia encierra, entre otras cualidades, la de la decencia. La tercera acepción de decencia en el Diccionario de la lengua española dice “Dignidad en los actos y en las palabras, conforme al estado o calidad de las personas”. Sí, dignidad. Aunque a veces la dignidad esté sometida al diabólico prejuicio de los indignos que son más oídos, que hablan más, que pregonan con astucia todos los días, y por todos los medios, el pequeño dilema de sus inválidos prestigios. Necesitan a cada instante hablar de su honradez, porque en el silencio de los días se ve su estado y la calidad de sus mezquindades. ¡Casi nada!
Sí, al final, este proverbio persa “La palabra que tienes dentro de ti, es tu esclava; la que se te escapa, es tu dueña”.
Por Luis Fernando García Núñez