¡Que todos ganen!
Escrito por editorgeneral el 5 febrero, 2023
Es usual, en estos tiempos de codicia y desprecio, que solo se socialicen las pérdidas. Las multimillonarias ganancias obtenidas por unos pocos –las farmacéuticas o esas grandes empresas virtuales, o los bancos y los grandes supermercados– durante la pandemia, por citar un ejemplo, fueron recogidas con una avaricia desmedida. Poco han dado, por no decir nada, a pesar que han recogido mucho. Ellos han recibido con prontitud, y pocas formalidades, ayudas de los gobiernos que han preferido enriquecer a los ya enriquecidos, que ayudar a cientos de millones de seres humanos que han afrontado dificultades sin nombre durante estos años infaustos. Se ha descubierto, no obstante, cuál es el sentido de solidaridad de quienes tienen el poder y la fortuna, y quizás valga citar aquí a John Kenneth Galbraith cuando dijo, con certeza insuperable, que “Cuanto mayor la riqueza, más espesa la suciedad”.
Este desmedido egoísmo, esta actitud inhumana y pervertida, se aleja profundamente del Evangelio. Lucas 12:15 dice “Mirad de guardaros de toda avaricia, porque, aunque se tenga mucho, no está la vida en la hacienda”. Pero los llamados son apenas llamados. Por encima de la palabra está ese profundo y nefasto apetito que impulsa a muchos seres humanos a dejar la generosidad y la capacidad de servicio por acrecentar fortunas que solo sirven para mantener la insaciable voracidad de pocos, para que los presupuestos no señalen rojos, para mantener prestigios hipócritas que surgen en esos instantes sin pensar en las mayorías, sin aplicar los principios del humanismo, de la lealtad a la vida y el amor al prójimo. Esta es una convocatoria para que la munificencia se supere y el mundo continúe su camino de esplendidez y de amor por el prójimo. Dar ejemplo, pues todos requieren apoyo y esperan que las manos es extiendan con fuerza y la tengan para seguir adelante.
Estas palabras buscan que los lectores reflexionen y descubran cuánto aprecio y cariño hay en estas líneas, y para que, unos y otros, sepan que el largo brazo de la solidaridad perdurara en la medida en que se crea y se descubra que el pan que se comparte crece y se hace más nutritivo. Ese pan da todas las fuerzas y entrega los viajes de la felicidad y el amor. ¡Da tú, lector querido, para que este año no falte el pan y abunde el bien!
Por Luis Fernando García Núñez