El derroche es una conducta muy extendida. Una mala conducta, sin duda, sobre todo en estos tiempos en que la pobreza se extiende con la misma fuerza con que se alaba el consumismo y se promueven las ventas de cosas inútiles y nocivas. Muchas son las formas de derrochar, y todas ellas perjudican el buen vivir de la humanidad porque, tras cada derroche, viene de inmediato la inquina y el dolor. En los días festivos, que son tantos, se malgastan energías y recursos que luego, en tiempos de escasez, son recordados con tristeza y pesadumbre. Los recuerdos de esos momentos de esplendor se atraviesan en el camino y dejan un sabor extraño en los instantes de urgencias y necesidades. Las sociedades son poco previsoras y más bien promueven, con mucho interés, el gasto y el desaforado consumo que concluye, con mucha frecuencia, en angustia y desolación. Los pueblos saben que llegan días de estrechez en los que el ahorro solo fue una incierta promesa.
Pero no solo los ciudadanos dilapidan, también, y sobre todo, los Estados del mundo. En Palestina, por ejemplo, los miles de hambrientos y sedientos están al lado de poderosos tanques y de armas sofisticadas y costosas que habrían podido ser reemplazadas por alimentos, salud y educación. Allá miles de niños claman por un pedazo de pan, por algo de beber, pero el odio y la codicia de los dirigentes y los señores de la guerra no permiten que lleguen alimentos y medicinas para atenuar el dolor que los agobia desde hace décadas. Como en Ucrania y en Haití y, para no ir tan lejos, el Catatumbo saqueada durante años por unos poderosos que ahora la olvidan y la ofenden. Cientos de miles de personas van atravesando este mundo desigual en la búsqueda de un mejor lugar para vivir, pero la inmoralidad de los señores de la guerra y el odio están ahí para detenerlos y negarles cualquiera posibilidad de mejorar y vivir dignamente. Ellos tienen los micrófonos y los medios, y sus gritos y sus injurias sí se pueden oír.
Una mirada al mundo, que apenas empieza el 2025, es una mirada al dolor de millones de seres humanos que están al vaivén de unos pocos despiadados. El padre Mariana decía que “En los ánimos generosos sigue la benignidad a la victoria”. Estos poderosos de hoy ¿son generosos?
Por: Luis Fernando García Núñez