La mentira

Los volúmenes que se ocupan de las mentiras son más que los que dicen la verdad. Y tienen, con seguridad, más lectores y son más difundidos, y más comentados. Detrás de cada mentira hay siempre una cadena de infamias y enredos que emplean mucho espacio y tiempo. Pero, además, se requieren tantos desatinos para darle apariencia de verdad a la mentira, que los escritores se aprovechan de los falsarios para escribir grandes ficciones, de forma tal que la ficción supere a la realidad. Declaraciones monstruosas han servido para engañar muchedumbres, farsas horrendas han cambiado el destino de muchos pueblos, invenciones pavorosas han llevado guerra, odio y destrucción a varias naciones. Argucias han destruido hogares y vidas. Detrás de la perversión está, sin duda, el despotismo y la ignorancia. Los mitómanos no reconocen sus mentiras, pero de pronto algo los lleva a contar sus bochornos, sus trasgresiones… al final no es tan cierto aquello de que “La mentira engaña solamente al que la dice” (D’Houdetot).

No siempre la mentira se descubre. Decirla muchas veces, hablar de ella, le va dando un piso de certidumbre del que es difícil separarse. Buena parte de la historia de la humanidad ha tenido que soportar falsedades, al punto que, como decía Jean Cocteau, “La leyenda es una mentira que al final se hace historia”. Es necesario y urgente que estas sociedades modernas, en las que el desarrollo tecnológico y científico ha alcanzado niveles sorprendentes, empiecen a buscar la verdad y la dignidad, que son el mejor camino para sortear las tantas dificultades y atrocidades que se ven y que se prevén. Estas guerras desastrosas que se viven, los impredecibles problemas ambientales, las hondas crisis del humanismo, el futuro de los niños y niñas, de los jóvenes, de los millones de seres vulnerables, son producto de las inciertas declaraciones de poderosos que, sin el menor asomo de justicia, van anunciando más armas y más terror y más dolor para la humanidad.

No debe ser que, como asegura George Orwell, “El lenguaje político… est[é] diseñado para hacer que las mentiras suenen verdaderas y el asesinato respetable, y para dar una apariencia de solidez al puro viento”. La humanidad honorable pide imperativamente que el lenguaje y la conciencia de quienes gobiernan sean más humanitarios.

Por Luis Fernando García Núñez