Libro y libre

Otra vez. Tantas cuantas sean necesarias para invocar la razón de la libertad y de los libros. Apenas hace unas semanas empezó el 2023 y es, por tanto, una buena ocasión para convocar a los amigos de La Cometa a proveerse de libros y de leerlos, y buscar en ellos las respuestas a tantas preguntas. Buscar en las voces de autores y autoras la medida de las inquietudes, reconocer que en las páginas de un libro pueden estar las instrucciones que se demandan para optar por el camino más sincero y razonable, por el camino que oriente la felicidad de todos, la generosidad y la sabiduría que tanto se requieren para mejorar a la sociedad y promover la armonía y los derechos. Es curioso que ambas palabras, libro y libre, tengan un mismo origen: liber, –ĕra, para libre y liber, libri, para libro.

Así el libro de la vida es el “Conocimiento que Dios tiene de los elegidos, en el cual se consideran como inscritos los predestinados a la gloria, ya de una manera irrevocable, por estar ordenados a ella como fin, o de modo revocable, por estar ordenados a ella por la gracia”. El libre albedrío es la “Potestad de obrar por reflexión y elección”. Libros libres para construir un mundo posible: “Un libro hermoso es una victoria ganada en todos los campos de batalla del pensamiento humano”, decía Balzac, y Young, el poeta inglés, aseguraba que “Solo el hombre que nada espera es verdaderamente libre”. Cientos de reflexiones alrededor de dos palabras vitales, de alta importancia en los métodos expresivos de la humanidad. La riqueza de sus significados es la de su activa presencia en el mundo de las ideas y en la formación de las sociedades. “Por tus palabras serás declarado justo o por tus palabras serás condenado” (Mt, 12:37).

Sí. Ahí está la libertad y los libros para forjar el destino de los pueblos. Ahí están los lectores soberanos para leerlos y buscar en sus líneas otras formas de ver y entender el mundo. Ahí están miles de ideas para afrontar el futuro: “Los libros son como espejos: mirándonos en ellos descubrimos quiénes somos”, decía José Luis de Vilallonga.

Por Luis Fernando García Núñez