Algunas palabras trascienden los significados que tienen. Van más allá del sentido que portan y se trasforman por completo. Según la RAE la limosna es cosa, especialmente dinero, que se da a otro por caridad. Entre los sinónimos están dádiva, socorro, caridad, donación, donativo, ayuda. No obstante, esta palabra tiene unos alcances peyorativos muy fuertes que, a lo largo de la historia, le han dado una dimensión degradante e indigna que se hunde en la afrenta y se traduce, con frecuencia, en una acción ilegítima, como si estuviera atravesada por actos que la niegan y la dejan sin el calor humano que la debe sustentar. Infortunadamente la humillación y la deshonra han atravesado este testimonio de caridad fraterna que, a pesar de que es una práctica de justicia, debería ser el reconocimiento de que todos deben participar de las riquezas y la felicidad, que todos tienen los mismos derechos y las mismas oportunidades, y saber que muchos no han tenido esas oportunidades.
Además, la caridad es una extensión del humanismo, una actitud solidaria con el sufrimiento ajeno, dice el Diccionario, también un auxilio que se presta a los necesitados. Pero debe ser, ante todo, una mirada a la justicia y a los derechos humanos. A muchos les han arrebatado esos derechos y los han humillado y perseguido, y buscan en sus prójimos esa caridad que “no ha de ser más que el camino que conduce a la equidad”, según E. Fouquier. No son limosnas lo que dan los países ricos, es la distribución de la riqueza que es de todos, no son limosnas lo que las iglesias dan a sus fieles, es la retribución de las muchas que reciben porque los diezmos no son para unos pocos, son para todos. Con el concepto de limosna lo que dan muchos se convierte en nada, en solo una ilusión, a veces en una despreciable ilusión. Los miles que piden una limosna, con frecuencia se conforman con lo que les dan y luego no buscan superar sus dificultades, y pierden su capacidad de lucha y de decoro. La limosna se convierte, entonces, en degradación y humillación.
Anatole France decía que “La limosna hace bien a quien la da, mal a quien la recibe”. Una reflexión para que, al final, todos puedan mirar la razón de sus ayudas y el fin que ellas deben cumplir.
Por: Luis Fernando García Núñez
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