Volver a los libros. A los de verdad, a esos que guardan tantas delicias y tantas historias. Volver a leer libros para destrabar esta angustia, esta incertidumbre que atormenta las horas y los días. Redescubrir este mundo y el asombro que todos los días produce. Reconocer esta angustia de los días que vienen y también las alegrías que se recuperan en unas páginas y, claro, también, los dolores y los dilemas. Saber el origen y quizás aclarar el destino de la humanidad. Un libro encierra la vitalidad de un pueblo, la señala y la difunde. Una cartilla, La alegría de leer, dijo tantas cosas que durante décadas fue compañera y maestra de miles de seres humanos.
La Biblia, el Corán o el Torá han señalado el camino de la fe de millones de fieles que encuentran en su lectura la advertencia del bien y del mal, y también han sido la fuente de cientos de intérpretes que se han valido de estos libros sagrados para liberar o para oprimir a comunidades enteras que le han dado cabal entendimiento a las palabras impresas o han sido engañados porque han buscado en la palabra de Dios la excusa de miles de injusticias. ¡Cuántos libros para leer en estas horas intensas!
Un proverbio hindú dice que “Un libro abierto es un cerebro que habla; cerrado, un amigo que espera; olvidado, un alma que perdona; destruido, un corazón que llora…”.
Por Luis Fernando García Núñez