Adicciones

Decenas de jóvenes mueren en la plenitud de la vida por las adicciones que han adquirido en un mundo en el que la existencia parece no importar. No son solo los accidentes que crecen todos los días, son también las dependencias a sustancias y la ignorancia que se esconde tras adquirirlas, y la poca eficacia de padres, escuelas e instituciones públicas que velan por el bienestar de todos. Este es un problema de salud pública que debería tener los suficientes recursos para realizar grandes campañas que surtan efectos reales y transformen la vida de millones de personas que van por el mundo al vaivén de la soledad, el dolor, las tragedias colectivas y personales, de la inusitada violencia que gobiernos e instituciones mundiales no detienen y que, en vez de ayudar para promover confianza, satanizan y condenan sin estudiar y revisar, de forma más proactiva y precisa la enfermedad. Es una misión especial que deben asumir todos para promover una verdadera política pública mundial que ayude a detener esta tragedia que vive la humanidad.

Alrededor de las adicciones están, además, los imperios comerciales del alcohol, las drogas, los juegos y la publicidad. El alcoholismo sume
a muchas personas en una tragedia sin fin: enfermedades, pobreza, crimen y repudio, lo mismo sucede con algunas de las drogas que
mentes delictivas promueven con la misma diligencia con que se venden los productos indispensables para vivir dignamente. Todos
saben, para citar un ejemplo, los males que producen los vapeadores o cigarrillos electrónicos, pero los promotores de esos productos
hicieron lobby en el Congreso para que fueran aceptados y, de alguna manera, lo lograron con la Ley 2354 de 2024, a pesar de las opiniones negativas de científicos y expertos. Por encima de la salud pública están siempre los intereses de productores y vendedores, porque todos saben que aunque la norma establezca que no se deben usar en espacios públicos ni ser vendidos a los jóvenes, estas prohibiciones no se cumplen debidamente como no se cumplen las de vender bebidas alcohólicas o tabaco a menores de 18 años. En tanto son muchos los jóvenes –y viejos– que mueren por sobredosis y enfermedades que provienen de la adicción a sustancias peligrosas.

“La salud, lo mismo que la fortuna, retira sus favores a los que abusan de ella”, dijo el escritor y político francés Charles de Saint-Évremond. Sí, abuso, dilemas y tinieblas.

Escrito por: Luis Fernando García Núñez