Desconocer al Otro
Escrito por editorgeneral el 12 mayo, 2025
El egoismo es una enfermedad humana, es una dolorosa condición de aquellos que no saben cuánto vale lo que hace el Otro. Excluir es una afrenta cargada de ignorancia y de vanidad, y solo ignoran aquellos que no alcanzan a portar su dignidad y su sabiduría. Aquellos que se creen únicos e irreparables, que en su pobreza mental no pueden valorar el trabajo y las reflexiones de los demás, y siempre caen en terribles contradicciones porque no tienen la capacidad de reconocer que sus iguales son tanto o más valiosos que ellos mismos. Desconocer es una condición de los débiles de espíritu y en esos seres no se puede confiar porque con seguridad tienen en el engaño y la hipocresía sus armas más comunes y más pavorosas. Una condición exclusiva del ser humano es la solidaridad y la confianza, el amor a sus semejantes, la sapiencia y la razón son sus armas preferidas y válidas. “El que no piense más que en sí, no puede ser querido de nadie; y el que de nadie es querido, acaba por ser infeliz”, decía la periodista española Concepción Arenal.
La conciencia de la tranquilidad nace en la forma de actuar frente a los otros, frente a los compañeros y amigos de la vida, frente a la sociedad en la que se vive. Y esa misma conciencia permite que se reconozcan los valores y los saberes de cada uno. El egocentrismo invade esos espíritus resentidos y murmuradores, que no tienen la capacidad de registrar el valor y la novedad que impone el contradictor, el Otro. Descartar es la más frecuente forma de responder, y es tan perversa que puede destruir las otras posibilidades que existen, y que ayudan a transformar los derechos y las libertades, porque la vanidad se impone sobre muchas razones que son indispensables para que impere una forma más amplia de ver y de extender el pensamiento colectivo. Son el rencor y la rivalidad que tantas afrentas trae consigo, que tantos sinsabores produce en la conducción de una comunidad y tantos dolores entre quienes comparten sus experiencias y sus actividades.
El filósofo suizo Federico Amiel decía “No esperemos a ser buenos y cordiales. Apresurémonos ya desde ahora a alegrar el corazón de nuestros compañeros durante la corta travesía que es la vida”. Una reflexión que llama al respeto y el reconocimiento del Otro.
Escrito por: Luis Fernando García Núñez
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