Capacitar y dignificar

Nunca tanto como ahora se ha necesitado que la ciudadanía se capacite. Hacer que todos sean aptos o habilitados para algo, sobre todo para las funciones que se desempeñan en unos tiempos en que se requiere, con más perseverancia, demostrar que se sabe, que se es capaz de realizar una labor con la idoneidad que la sociedad exige y que los difíciles momentos que vive la humanidad solicitan, para darle dignidad a quienes prestan esos importantes servicios en el día tras día. Decoro y presencia en esas comunidades que necesitan de sus servicios, de su sabiduría y entereza para ayudarlos y, sobre todo, a quienes solicitan sus trabajos que a veces no reciben la cordialidad, ni la solidaridad, que se debe con los seres humanos por diferentes que sean. Equilibrio y sensatez, disposición y armonía en el desempeño de esas labores tan necesarias para que se avance y se crezca en paz, y con el respeto que merecen las personas.

Bienvenidas todas las capacitaciones que ayuden a la formación de cientos de servidores, públicos y privados, en todas las ramas de la vida en comunidad. Que los transportadores asuman su inmensa responsabilidad en las dinámicas del desarrollo, que los enfermeros y enfermeras conozcan su misión y la importancia de sus habilidades, que los empleados públicos sepan que su destreza es indispensable en el progreso de la colectividad, que su disposición es necesaria para que el imperio de la honestidad y la decencia asuma, por fin, su papel protagónico en la vida del municipio y del país. Capacitar para acrecentar los conocimientos y ponerlos al servicio de todos, para que la dignidad se haga costumbre y se comprenda la formidable sentencia de Spinoza “No lamentarse, no indignarse, sino comprender”. La batalla por el bienestar la dan todos, no unos pocos.

Al final, como una lección hermosa de la vida, vale la pena pensar en las palabras del poeta lírico inglés Alfred Tennyson: “Dignidad, conocimiento y dominio de sí mismo conducen a la culminación de la vida”, es decir, al engrandecimiento de hombres y mujeres, y a su histórica misión en la Tierra.

Por: Luis Fernando García Núñez