Las Contraseñas

Todos los secretos de estos tiempos se guardan con unas contraseñas que a los pocos días de creadas se han olvidado, o se confunden con otras que han ido creando organizaciones económicas o gubernamentales, a veces sin el permiso de los clientes, que para todo piden esas claves malignas en que se ha convertido el destino de la humanidad. Si no tiene la contraseña se corre el riesgo de que la entidad que la exige se quede con el dinero o con los productos del “contraseñado”. El a veces travieso Diccionario de la Academia dice que la contraseña es una “nota, indicio o gesto para dar a entender algo o venir en conocimiento de ello”, lo cual, en realidad, no es cierto. Las contraseñas se olvidan tan rápido como se crean. Se quedan los usuarios sin conocimiento de esos números y letras y signos que se escriben en mayúscula o minúscula, y que no se pueden repetir y se resisten a aparecer en las memorias relativamente normales de los individuos.

Así, a la cédula de la ciudadanía, el RUT y los larguísimos números de las tarjetas de los bancos, se han añadido más señales que malignamente encierran el destino de los mortales. Los teléfonos, para activarlos, piden contraseña, igual que los bancos, las clínicas y otras entidades. Y aunque a veces aconsejan tener la misma contraseña para no tener problemas, todo se convierte en un disimulo porque piden otra para cada una de las tantas diligencias a que se somete este género humano, inteligente y extravagante, que ha tenido la asombrosa capacidad de convertir en problemas las soluciones. Así que, además de perder la memoria, la gente puede perder su casa, su cuenta bancaria y sus más preciados objetos, obtenidos con tantos años de trabajo y zozobras. ¿Quién le pide la contraseña a los que nos guardan todo, a los dueños de los peligrosos algoritmos en que se ha convertido el mundo de los mortales?

Yuval Noah Harari dice que “Muchas personas estarán encantadas de transferir gran parte de sus procesos de toma de decisiones a manos de un sistema de este tipo, o al menos de consultar con él siempre que se enfrenten a decisiones importantes”…, sin duda, además de perder la memoria se ha perdido la capacidad de disponer y la libertad. “Están sin libertad las libertades”, dijo el poeta.

Por: Luis Fernando García Núñez