El panorama no es alentador. Una mirada objetiva y crítica al mundo no permite ver con confianza el futuro más cercano. Las sombras del terror y la incertidumbre están a las puertas y nada parece indicar que vaya a cambiar para bien de la humanidad. No faltarán, claro está, los recurrentes ingenuos que claman en su optimismo que todo se transformará para bien y que los días venideros serán los mejores, aunque vean tantos que viven en la miseria, que son cientos de miles los niños y las niñas con hambre, que el trabajo en vez de aumentar disminuye, que el cambio climático ya no se puede esconder, que las guerras están ahí, que las violaciones a los derechos humanos son recurrentes, que los más poderosos están empeñados en acabar con la mitad de la humanidad, que las imágenes de los chiquillos palestinos no desmienten la tragedia universal, que los millones de drogadictos y alcohólicos se mueren en las calles en un apocalipsis interminable…
Así, nada hace pensar en un planeta diferente, más dispuesto para la vida. Al contrario, la codicia y el odio se plantan y mandan su nefasto mensaje, y promueven la violencia y la más ignominiosa de las ignorancias que existen que es creer que esa dirigencia, avarienta y farsante, algún día va a mirar a la cara a las tantas víctimas de la mezquindad, a los heridos y los perseguidos, a los torturados y desaparecidos, a los hambrientos, a los desempleados. Ellos no van a reconocer que el desastre ambiental ya empezó, que los incendios y las inundaciones son el principio del fin. Los discursos que pronuncien hablarán siempre de ellos, de sus aliados, de sus cómplices, de sus disposiciones, de sus esclavos avasallados por el vicio, por el consumismo, por su farsa, por un nefasto optimismo que se hunde en la realidad más dolorosa de todos los tiempos. Es el apocalipsis y sus demonios que creen que sobrevivirán al más espantoso final del que se tenga memoria.
Luis Tejada Cano, el gran cronista colombiano, decía que “El pesimista es, pues, analítico: el optimista es deductivo. Pero la deducción lleva al error fundamental de querer acomodor el mundo a ciertas ideas preconcebidas, a cierto ideal determinado”. Infortunadamente, así es.
Por: Luis Fernando García Núñez