La pandemia del Covid dejó a la humanidad varias lecciones que, no obstante, de poco sirvieron. Solo se ha visto que las grandes farmacéuticas del mundo se enriquecieron y, de paso, enriquecieron a unos cuantos funcionarios venales, internacionales y nacionales, que jugaron con la salud de la humanidad. El escándalo apenas empieza a conocerse. En primer lugar, se dice que Pfizer y Moderna aseguraron, al inicio del programa de vacunación –finales del 2020– que la efectividad de las vacunas era del 95 por ciento, pero para 2021 países altamente vacunados, como Israel, experimentaban una nueva ola de infecciones. Así, a principios de julio de 2021, las autoridades sanitarias israelíes informaron que la efectividad de la inyección se había reducido al 64%. Tres semanas después se redujo al 39%. A ese monstruoso engaño se suma el acaparamiento de millones de vacunas por parte de los países desarrollados que en estos días han tenido que reconocer que millones de inyecciones ya no sirven.
Parece que muchos dólares y euros se utilizaron en la compra de vacunas entre gobiernos y farmacéuticas y funcionarios de alto nivel, según lo denuncia el periódico estadounidense The New York Times. Algunas respuestas tendrá que dar la presidenta de la Unión Europea, Ursula von der Leyen, y el consejero delegado de Pfizer, Albert Bourla. En Colombia, por citar otro ejemplo, el secretismo que se guardó frente a la negociación dejó muchas y crecientes dudas. Solo se sabe que las vacunas más costosas eran las menos efectivas, y se tendrá que hablar del acaparamiento y vencimiento de millones de ellas, y de las millonarias coimas que se recibieron en estos negociados que demuestran la mezquindad de las multinacionales de la salud y de las personas comprometidas con la inmunidad del mundo.
Pero la ambición de las farmacéuticas sigue su voraz y siniestro camino. Acaparar y especular son los dos verbos que más conjugan, y la actividad que más realizan es consignar millones y millones, sin pensar en la humanidad. Ahí está la razón de la escasez y de los altos precios que viven los enfermos en estos días frente a algunos medicamentos esenciales. “La cara del mal es siempre la cara de la necesidad total”, decía William S. Burroughs. ¿O no?
Por Luis Fernando García Núñez