La realidad

Todo vuelve a su cauce. Otra vez el trabajo, el estudio, el afán del día tras día. Ahí están las cuentas por pagar, el mercado de la semana, los almuerzos, los trancones y la dificultades que desaparecen por unas pocas fechas. Desaparecen, sí, y cuando llegan son, sin duda, toda una tormenta. Todo más caro y el pobre salario mínimo sigue siendo mínimo, a pesar de los aumentos y de los muchos compromisos del gobierno para evitar un acelerado aumento de los alimentos, de los arriendos, de los útiles de estudio, del transporte, de los servicios públicos. Lo que les dan a los trabajadores es recuperado rápidamente por los poderosos industriales, por los dueños de las grandes empresas que, casi siempre, amenazan que los sueldos son muy altos, que no se puede competir y que habrá que cortar empleos, y las demás artimañas que suelen relucir en las declaraciones que dan por todos los medios de comunicación.

La realidad siempre ha sido borrascosa. Tiene muchas arandelas que la niegan y no relucen en los grandes debates. Los vecinos de estos pueblos de Colombia no la quieren y se reprochan las tantas veces que ella se impone, que es ¡siempre! La realidad no es teórica, está ahí y se ve, pero a veces la niegan, o la transforman, para asombro de unos y otros. En las campañas políticas, por solo citar un ejemplo, se tergiversa y la convierten en un instrumento de la sagacidad de algunos caciques que la enfrentan, sin escrúpulo alguno, y con  hipocresía perversa la convierten en instrumento de sus anhelos personales, de sus compromisos clientelistas y, casi siempre, en contra de los ciudadanos de a pie que tienen que enfrentar la verdad y la evidencia de sus efectos. Ahora todos comprenderán cuánto vale la certeza de lo tangible, de lo que existe, todos podrán conocer la realidad y vivirla sin artificios, sin desprecios y desilusiones, por lo menos hasta que lleguen las próximas fiestas.

Nicolás de Chamfort, lúcido escritor y moralista francés, decía que “El placer puede apoyarse en la ilusión, pero la felicidad descansa sobre la realidad”. He ahí, pues, la importancia y el valor significativo de esta palabra.

Por: Luis Fernando García Núñez