Las mujeres toman el poder en la justicia y desafían la tradición

La imagen de un juez con toga, imponente en su estrado, históricamente ha estado ligada a la figura masculina. Durante décadas, la administración de justicia en Colombia, al igual que en muchas partes del mundo, estuvo dominada por hombres, relegando a las mujeres a roles secundarios dentro del sistema judicial. Sin embargo, con el paso del tiempo, las juezas han logrado abrirse camino en un terreno que antes les fue negado, transformando la justicia con su visión, determinación y compromiso con la equidad.

Las juezas han demostrado ser pilares fundamentales en la defensa de los derechos humanos, la lucha contra la corrupción y el acceso equitativo a la justicia. Casos emblemáticos en materia de violencia de género, derechos de comunidades étnicas y protección ambiental han sido resueltos con enfoques innovadores y sensibles a las realidades sociales, marcando una diferencia en el ejercicio de la ley. Su capacidad de impartir justicia con una visión más amplia, que considera las desigualdades estructurales y las condiciones de vulnerabilidad de ciertos sectores, ha sido clave en la evolución del derecho colombiano.

A pesar de estos avances, la desigualdad persiste. Según datos del Consejo Superior de la Judicatura, en Colombia las mujeres ocupan cerca del 42% de los cargos judiciales, pero su representación en las altas cortes, tribunales superiores y cargos de decisión sigue siendo significativamente menor en comparación con la de los hombres. La brecha en la toma de decisiones judiciales refleja no solo una falta de oportunidades, sino también la resistencia de estructuras tradicionales que aún ven con recelo la presencia femenina en los espacios de poder.

El desafío no es solo numérico, sino también cultural. Las juezas continúan enfrentando estereotipos de género que ponen en duda su capacidad de decisión en ciertos casos, especialmente aquellos relacionados con delitos de alto impacto o corrupción. Además, muchas de ellas han sido víctimas de amenazas y ataques debido a su trabajo, una problemática que también afecta a jueces hombres, pero que en el caso de las mujeres se ve agravada por dinámicas de violencia de género y hostigamiento sistemático.

Sin embargo, la presencia femenina en la justicia sigue en ascenso, y su papel es cada vez más reconocido. Hoy, el país cuenta con magistradas en la Corte Constitucional, el Consejo de Estado y otros órganos de decisión, demostrando que el sistema judicial está cambiando. Pero el reto no es solo que más mujeres lleguen a estos cargos, sino que puedan ejercerlos con las mismas garantías y reconocimiento que sus colegas hombres, sin que su género sea un obstáculo o un factor de cuestionamiento.

El Día Internacional de la Jueza no solo es una fecha para celebrar los logros alcanzados, sino una oportunidad para insistir en la necesidad de seguir construyendo un sistema judicial equitativo, inclusivo y libre de discriminación. La justicia no puede ser imparcial si las personas que la administran no representan a toda la sociedad. Es momento de que Colombia no solo reconozca el papel de las juezas, sino que garantice su acceso a los espacios de decisión sin barreras ni prejuicios.

Las mujeres han llegado a los estrados judiciales para quedarse, y su impacto en la transformación de la justicia es innegable. El futuro de la equidad en el país dependerá, en gran medida, de su capacidad para seguir abriendo caminos y redefiniendo lo que significa impartir justicia en una sociedad en constante evolución.