Los días patrios

Entre julio y agosto varios países del mundo celebran fiestas patrias de especial connotación política e histórica. El 4 de julio la independencia de los Estados Unidos –que fue en 1776–, un día después, el 5, se celebra la de Venezuela –1811–, y el 14 es el día de Francia, que conmemora la toma de la vil prisión de la Bastilla –1789–, y el 4 de julio la independencia de Pamplona –que declaró una mujer, María Águeda Gallardo Guerreo–, y el 10 la del Socorro y el 20 la de Santafé de Bogotá –todas en 1810–, y el 28 en el Perú –en 1821–. El 10 de agosto de 1809 Quito se declaró independiente y el 7 de agosto, diez años después, fue la batalla de Boyacá que culminó esos largos años de lucha contra la infame colonia española. Bolivia celebra su independencia el 6 de agosto, pues ese día, en 1825, fue proclamada la libertad en Chuquisaca (Sucre).

Otra fecha extraordinaria en este largo calendario de festividades, que pasa inadvertida, es la mal llamada batalla del Pienta, sucedida el 4 de agosto de 1819 en Charalá, la tierra de Galán y Acevedo y Gómez, el Tribuno del Pueblo, que algunos, con sobradas razones históricas, consideran una masacre de las fuerzas realistas al mando del capitán Lucas Morales. Por orden de este capitán chapetón “los soldados del rey mataron en la iglesia de la población a más de cincuenta personas que se hallaban en misa y prosiguieron con su espantosa labor en el altozano, la sacristía y el cementerio: ‘las calles y casas quedaron cubiertas de cadáveres despedazados, que fueron todos pasto de los cerdos y perros, por haber prohibido que se sepultaran’. La sangrienta escena fue completada con un escrupuloso saqueo en el que participaron los soldados y ‘las rameras’ que los acompañaban, ‘no dejando ni aun el relicario de administrar el viático, ni las ropas ni joyas de los santos’, llegando a apoderarse incluso de la sotana del cura”, apunta Daniel Ardila Gutiérrez en su libro 1819.

“Dicen que la historia se repite. Pero lo cierto es que sus lecciones no se aprovechan”, según un atinado juicio del político francés, de origen judío, Camile Salomón Sée. De todos modos, “La historia universal es el tribunal del mundo”, como aseguró Federico Schiller.

Por Luis Fernando García Núñez