Los niños

A los niños y niñas del mundo

Miles de niños y niñas han muerto en las guerras que desatan los adultos. Miles viven el terror del hambre y la ignominia. Miles miran asombrados y perplejos la tragedia que los mayores del mundo, y de aquí, emprenden por dinero o poder. Miles mueren de hambre y de enfermedades sin haber visto la luz del día o sin haber vivido unas pocas jornadas de encanto. Sin correr y gozar con sus amigos, sin jugar en sus castillos y bosques, sin reír y sin cantar. Los sueños se pierden en las angustias de los bombardeos y los disparos, en el dolor de sus miedos y sus destinos. Ahí están espantados y adoloridos, y aturdidos por esos enigmas de las razones de unos ‘reflexivos’ dirigentes que no los oyen, ni los conocen, ni saben que existen. No saben estos viejos que los niños y las niñas necesitan el aire para respirar, que quieren correr sin los espantos de las batallas, y abrazar a sus amigos sin importar sus colores, ni sus sabores, ni sus ideas, ni sus límites.

Cuánto dolor han desatado estas perfidias de las fronteras, de las religiones, de las ideas, del poder y la riqueza. Cuántas armas se han creado y cuántos disparos se han hecho contra la vida de los infantes y de sus destinos. Cuántos inventos para hundirlos en los misterios del vicio y del crimen, del afán y del terror. Jacinto Benavente dijo un día que en “en cada niño nace la humanidad”… y aquí, campantes y despreciables, van estos líderes, y tantos que ha habido a través de los siglos, acabando con la humanidad, hundiéndola en el odio y la violencia, en el desprecio y la humillación. Cuántos niños esclavizados y ofendidos van por este mundo de adultos sabios y ricos y fuertes. Cuántas afrentas en nombre de la libertad y los derechos, cuando todos deberían empeñarse en su educación, en sus juegos, en sus libertades y sus alegrías, en su salud y su dignidad.

El poeta indio Rabindranath Tagore, premio Nobel de Literatura, dijo con especial acierto que “cada niño, al nacer, nos trae el mensaje de que Dios no ha perdido aún la esperanza en los hombres”, pero los odios y las venganzas y la soberbia y el egoísmo de los mayores se están atravesando en ese legado extraordinario de la vida. ¿Hasta cuándo?

Por: Luis Fernando García Núñez