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Sangileñidad y santandereanidad

Escrito por el 16 mayo, 2023

Reforzar el sentido de pertenencia de un pueblo es loable. El amor a la patria es un principio de altos quilates para la construcción de una sociedad justa. Sin duda, enaltece a la ciudadanía y refuerza sus más espléndidos valores, pero también significa que quienes gobiernan tienen unos compromisos inalterables, unas promesas que no pueden quedarse en simples propósitos de campaña. Esa simbiosis magnífica entre gobernantes y gobernados es la que promueve una verdadera democracia y la que funda la paz definitiva, esa paz que en Colombia ha sido tan difícil de alcanzar. No son palabras vacías, sin sentido, como lo creen algunos, es la defensa de las libertades ciudadanas, la promoción del desarrollo, la concertación de la felicidad, la búsqueda de un futuro armonioso en el que todos quepan, sin exclusivismos y desplantes. Todos, sin distingo de ninguna clase, hacen posible que sangileñidad y santandereanidad no sean unas palabras sin significado.

La construcción de una sociedad feliz requiere de un consenso en el que prime el interés general, en el que los seres humanos, pensantes y dispuestos, puedan convivir en fraternidad, con plenos derechos para el disfrute de la vida: sin restricciones, dispuestos y generosos, respetuosos del Otro y confiados en su disposición. Todos están llamados a que estas condiciones se cumplan y que la verdadera solidaridad sea una condición de los ciudadanos. E. J. Hardy decía que “La felicidad no depende de lo que nos falta, sino del esmerado cultivo y buena administración de lo que tenemos. La felicidad se hace, no se halla. Brota del interior, no viene de fuera”. Ese es un llamado sincero para estos días en que la humanidad tendrá que empezar a pensar diferente frente a los dilemas que suscita la crisis ambiental que se vive, producto de la ambición y el egoísmo de unos pocos.

Santander y San Gil serán escenarios de esos cambios que se promueven desde hace muchos años, y que han sido consagrados en muchas constituciones y declaraciones, que no deben seguir siendo letra muerta. Una mirada franca y serena al artículo 1 de la Declaración Universal de los Derechos Humanos sería suficiente para actuar en forma amistosa y responsable: “Todos los seres humanos nacen libres e iguales en dignidad y derechos y, dotados como están de razón y conciencia, deben comportarse fraternalmente los unos con los otros”. ¡Viva Santander! ¡Viva San Gil!

Por Luis Fernando García Núñez


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