Trabajo y trabajador

El trabajo dignifica, se oye decir con frecuencia. Stendhal, el genial escritor francés, decía que “Sin el trabajo, la vida humana semejaría a un buque sin lastre. El trabajo es el padre del placer”. Y el trabajo es, sin duda, el soporte del desarrollo de la humanidad, de los avances y de las dinámicas formidables de la ciencia y el progreso. Es, además, uno de los derechos fundamentales consagrados en la Declaración Universal de los Derechos Humanos -artículo 23- que dice, en el numeral 1, que “Toda persona tiene derecho al trabajo, a la libre elección de su trabajo, a condiciones equitativas y satisfactorias de trabajo y a la protección contra el desempleo”. Son pocos los derechos de esta Declaración, apenas 30, pero cuántas dificultades vive la humanidad para que Estados, gobiernos, grandes y pequeñas corporaciones del mundo los cumplan debidamente, y cuántas justificaciones y arbitrariedades para destruir las razones que ellos encierran, cuántas patrañas para no seguir unos principios humanistas universales, fundamentales para la convivencia y la paz de la humanidad.

Pero al trabajo también debe sumarse el ocio y la recreación, el descanso remunerado y coherente con esa dignidad de que tanto se habla. La celebración del Día del Trabajador, que se estableció en 1889, fue ocasión propicia para pensar en los fatales sucesos de Chicago, cuando fueron ejecutados algunos sindicalistas que participaron, el 1 de mayo de 1886, en una huelga que buscaba una jornada de ocho horas laborales. Pero las razones para esta conmemoración crecen todos los días. En pleno siglo XXI, cuando los avances científicos están en auge, todavía los trabajadores deben soportar condiciones inapropiadas e injustas, y viven situaciones de desamparo que recuerdan los tiempos en que se vivía en esclavitud. El numeral 2 del artículo 23 de la Declaración dice que “Toda persona tiene derecho, sin discriminación alguna, a igual salario por trabajo igual”.

Son estos unos esbozos que permiten reconocer cuánto falta por avanzar en la construcción de una sociedad justa y humana en la que primen los derechos y las libertades, como en este otro numeral -el 4- del artículo en mención: “Toda persona tiene derecho a fundar sindicatos y a sindicalizarse para la defensa de sus intereses”. Solo señalar, al final, que como decía el historiador inglés Tomás Carlyle “El trabajo es la vida”.

Por Luis Fernando García Núñez