Alta accidentalidad
Escrito por editorgeneral el 7 abril, 2025
Decenas de accidentes se suceden en los municipios guanentinos y comuneros. Y muchos de ellos son fatales y cobran la vida de jóvenes que dejan desoladas a familias y amigos que son testigos de las imprudencias, los afanes y la violación de las normas esenciales del tránsito y de la responsabilidad ciudadana. Son variadas las razones que conducen a esta horrenda tragedia que se ha convertido, infortunadamente, en una crisis humana y de salud de gigantescas proporciones. Una carrera permanente contra el tiempo asola y azota a una sociedad que no se detiene a pensar en lo que pasa, una sociedad que se considera fuerte y que, en apariencia, no le tiene miedo a la muerte y, como siempre, va tarde y cree que la velocidad y los desmanes le ayudarán a suplir sus errores. Muchos de los accidentes fatales de estos últimos meses son producto del escaso conocimiento de las leyes que protegen la existencia de todos.
Esta cruel accidentalidad que viven los santandereanos se debe, entre otros dilemas, a la corrupción que no solo viene de los funcionarios y de quienes tienen que hacer cumplir las normas de tránsito, sino de los ciudadanos que no siguen las reglas ni los protocolos exigidos para transitar por las calles y carreteras de las provincias y el departamento. Muchos motociclistas, por citar un ejemplo, no llevan el casco, no pagan los seguros que se exigen ni hacen la revisiones técnicas que permitan el uso positivo de los vehículos. Algunos conductores van en estado de alicoramiento o sin el debido y necesario descanso que permita estar alertas y concentrados en una labor en la que tienen que responder por la vida de otras personas. Es corriente ver en una motocicleta varios pasajeros, entre ellos menores de edad con poca experticia en estas aventuras de la muerte. Y cuando las autoridades hacen campañas para evitar desastres los ciudadanos salen alborotados y enfurecidos a manifestarse en contra de las necesarias y saludables medidas…, cuando no atacan violentamente a los agentes encargados de controlar los desafueros.
“Cuando el hombre concentra toda su energía en el cumplimiento del deber, se acerca a Dios”, dijo Emerson, y el fraile Enrique Lacordaire aseguró “El deber y la dignidad ante todo”. Esa sería la felicidad de los pueblos.
Escrito por: Luis Fernando García Núñez
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